lunes, noviembre 14, 2005

HISTORIA DE AISHANE

Crecí en un pequeño pueblo de los alrededores de Moscú, sin más figura como padre que la de un hombre que apareció una noche de verano cuando tenía unos 4 años y que también nos abandonó cuando recién cumplía los 11. No puedo recordar su nombre, ni su rostro, ni su voz, ni si era bueno conmigo, pues por su trabajo sólo venía a ver a mi madre un par de veces por semana y casi siempre cuando yo ya estaba durmiendo. Su última noche en casa la pasaron discutiendo. Yo estaba en mi cama pero los gritos me despertaron; no me llegaban con claridad sus palabras pero logré adivinar que la pelea era por algo que él exigía a mi madre pero que ella le decía que no le daría jamás en la vida. Parecía enfadado, furioso, no recuerdo una voz más llena de ira. No supimos nunca más de él y en casa nunca lo volvimos a mencionar así que pronto me olvidé completamente de esa etapa de mi vida.
Yo era un bicho raro en muchos aspectos: gitana, con un padre payo que nos abandonó antes de que naciera y con una familia a la que todo el pueblo temía. Mi abuela y mi madre intentaban protegerme de lo que decían las malas lenguas, pero pronto llegó a mis oídos el motivo de ese miedo: la “brujería” marcaba desde hacía décadas, incluso siglos, a mis ancestros. Ya de bien pequeña fui plenamente consciente de ese don, de esa magia que nos había sido concedida pero mi madre y mi abuela me prohibieron hacer uso de ella y mucho menos mencionarla. Y ya se sabe lo que pasa con los niños: basta que te prohiban algo para que tu ansíes aun con más ganas hacerlo. Me escapaba de casa muchas noches para perderme por el bosque y sentir esa fuerza en mi interior, como iba creciendo día a día; era mi momento, el único en que podía ser yo misma.
Pero mi relativa felicidad terminó una noche cuando volvía del bosque. Como siempre me colé por la ventana de mi habitación pero en cuanto entré en casa un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, sabía que algo iba mal. Escuché el llanto de mi abuela, venía del comedor, fui corriendo a ver que pasaba. Tenía 17 años pero la imagen ha quedado grabada en mi mente y dudo que algún día pueda deshacerme de ella: mi madre yacía en el suelo, estaba preciosa, con su vestido de flores, sus labios pintados en rojo, el rostro completamente blanco y en la mano un colgante que nunca antes había visto y que ahora siempre llevo puesto. Nadie había oído nada, ni siquiera mi abuela y el médico nunca supo darnos una explicación.

2 comentarios:

Feinstone dijo...

A mi todo aquello me parecía demasiado raro, demasiado misterioso, mi “sexto sentido” me lo decía, me avisaba, pero no sabía descifrar que era, o mejor dicho quién era el culpable.
En cuanto tuve oportunidad me puse a estudiar Física, pues creía que me permitiría acceder a cierto tipo de información y recursos que me serían de utilidad para esclarecer las extrañas circunstancias de la muerte de mi madre. Conseguí una beca y trabajaba durísimo pero aún tenía fuerzas para quedarme por la noche en el laboratorio, dedicándome en cuerpo y alma a las 2 únicas pasiones que he tenido en mi vida: la magia y mi madre.
Fruto de estas noches de trabajo e investigación topé con cierta información acerca de algunos grupos de vampiros. Estaba demasiado familiarizada con la magia y el mundo paranormal como para diferenciar a simple vista que tipo de información era una falacia y cual no podía serlo...y en este caso me encontraba ante algo que si podría ser REAL. Pasaron pocos días tras mi particular hallazgo cuando recibí la visita de un extraño individuo de rasgos toscos, con una poblada barba negra y de rostro serio. Sus ojos eran fríos como el hielo y su piel tan blanca como la nieve que pobla los tejados de las casas de Moscu en invierno. Se presentó con el nombre de Korotkoff...sin embargo había algo en él que me era familiar, era como si ya lo hubiese visto en otra ocasión...aquella figura, aquella voz....no sé...
Me quedé de piedra cuando me dijo que él representaba una importante facción de vampiros, aquella que había sido descubierta por mi. Sin embargo, él me planteó una interesante elección: por mis hallazgos debía morir, pero podría salvarme si aceptaba convertirme en un igual que él (al parecer le habían sorprendido mis dotes de investigadora y me veía merecedora de tal “don”) . Aún no sé que razones me llevaron a aceptar pero el caso es que al poco me encontraba entre sus filas, como su leal chiquilla. Korotkoff me enseñó cuanto sé ahora de taumaturgia, pero sus enseñanzas eran muy estrictas y severas...al principio pensaba que aquel tipo de comportamiento era típico de los de nuestra especie pero tras conocer a otros condenados me di cuenta que era mi Sire el “especial”.
Poco a poco comencé a pensar porque Korotkoff me había resultado tan “familiar” desde un inicio; ¿y si fuese él el extraño amante de mi madre cuando yo era pequeña? ¿acaso lo que le ofreció aquel hombre a mi madre fue la condenación del vampirismo? Esos pensamientos eran cada vez más fuertes en mi cabeza, y hacía que mirase con más recelo a mi sire. Pero si todo aquello fuera cierto....¿fue Korotkoff quién mató a mi madre?
Definitivamente esta última idea me fue tan reveladora que decidí acabar con la no-vida de este patético ser. Pero no tenía el poder suficiente para poder acabar con él, y si seguía estudiando a su lado seguro que no me dejaría avanzar para alcanzar su poder; Korotkoff no permitiría que consiguiese los conocimientos necesarios para aniquilarle. Por esa razón decidí ingeniármelas para convencerle de lo necesario que sería que me fuese al extranjero a aprender de diferentes capillas: de esta manera, sin él saberlo, me estaría entrenando para mi último destino que sería enfrentarme con el asesino de mi madre.

Dawe dijo...

La venganza es un plato que se sirve frío y debe degustarse poco a poco. Hay, pero un pequeño detalle.... no dediques sólo tu vida a eso... o tu no-vida en este caso. Porque si lo haces, ¿qué pasará una vez lo hayas conseguido?