viernes, noviembre 30, 2007

Arkham Nocturno "La otra mitad" Parte 2

Nadie manda sobre mi. Ningún hombre. Ningún dios. Ningún Príncipe.
¿Que significa una afirmacion de edad para los que son inmortales?
¿Que significa una afirmación de fuerza para aquellos que desafían a la muerte?
Convoca tu condenada cacería. Veremos a quien arrastro al infierno gritando conmigo.

Gunther Dörn.
"Das Ungeheuer Darin"

jueves, noviembre 29, 2007

Se acerca el concierto....

Ya pronto llega el día 4 y eso significa....Concierto de Apocalyptica!!!! De nuevo para ir calentando motores, aquí va la canción en directo a 4 cellos de 'One' de Metallica. Una de las tantas canciones que hacen grandes a los 'Tallica. Disfrutad ^^

martes, noviembre 27, 2007

Vaya semanita!

Después de unos días sin escribir nada (concretamente el post de autobombo de mi cumpleaños), me siento enfrente del ordenador con la intención de escribir una pocas líneas. Y es que esta ausencia no ha sido por capricho, más bien por falta de tiempo (como la mayoría de veces). La semana anterior tuve la oportunidad de asistir a uno de esos congresos nacionales de Sectas diabólicas y eso absorbía mucho tiempo y dedicación. Ese pequeño aquelarre se celebró aquí mismo en R'lyeh, y entre tanto grimorio, entidades oscuras y maldiciones primigenias me llamó la atención una curiosidad macabra; el logotipo que presidía todo este festín de conocimiento impío no era otro que el de unos sesos. Sí, unos sesos. Toda una demostración de la depravación y el grado de nihilismo de esta pequeña sociedad.
Dejando estos temas aparte, esta semana tampoco queda exenta de contratiempos placenteros. Para empezar en breve, y casi sin esperarlo, una sorpresa: mañana concierto (con Sashia) de un grupo llamado "Solución Oral Azucarada de Rama". Y eso no es todo, para el Viernes debo preparar toda una Ceremonia de Entrega de premios, y por si fuera poco me tengo que preparar para el Sábado noche: se dice que la antigua princesa de Arkham, Nyham, ha vuelto a la ciudad...y ya se sabe, hay que estar preparado. El Domingo, Día del Señor, si no surgen imprevistos, una excursión junto con Sashia, Aishane, Vincent al interior de la Tierra Media nos reencontrará con Amika.
Así pues una semana que se plantea interesante, sin olvidar el concierto del día 4 de Diciembre de un grupo amantes de los instrumentos clásicos de cuerda: "Armaggedon" o algo así creo que era....Intentaré sobrevivir a todo ello....y si no lo consigo recordadme como lo que fui en vida: unas líneas de texto inconexas sobre un fondo verde.

miércoles, noviembre 21, 2007

viernes, noviembre 16, 2007

Arkham Nocturno "La otra mitad"

Durante décadas Arkham sólo ha conocido una verdad. Unas pocas palabras convincentes, y unos golpes de espadas después y todo cambia. Ha llegado el momento de que callen las armas y que hable la ciudad. Surmia, Baishin y Ambriel habían declinado la balanza, pero... ¿hacia el lado correcto?


El tremere encendió el vídeo, mientras Deliah nerviosa no paraba de dar vueltas a la habitación. Su rostro no sólo era de preocupación, sino de auténtico terror. El televisor dejó de hacer interferencias y comenzó a mostrar la grabación. Tapándose la cara, y sin poder articular palabra ninguna, la recién nombrada princesa de Arkham, apuntó con su dedo al monitor. Los invitados asistían con expectación a la grabación.

....blanco y negro...cámara de seguridad de un banco...




jueves, noviembre 15, 2007

Apocalyptica - "Hope"

El 4 de Diciembre se aproxima y eso significa.....concierto de Apocalyptica!!!!!! Mientras se va acercando la fecha, aquí va otro vídeo/canción, en esta ocasión no es una versión, sino una canción enteramente suya, y en directo. A mi parecer una de sus mejores composiciones; "Hope" del album "Cult" publicado en 2001.
Toda una pasada.

miércoles, noviembre 14, 2007

"La Cuarta Noche" Último Capítulo

VI. El legado de los Oggoth

Lesch bajó las escaleras con la mochila al hombro. Allí esperaban con la puerta abierta Nymphodel y Lisphodel. Recordaba pronunciar las elfas su nombre como si le estuviesen susurrando al oído mientras él estaba en el tercer piso. Era un siseo que se repetía en su cabeza y que no había cesado hasta plantarse ante ellas.
Las miró esperando alguna instrucción, pero ellas permanecían en silencio. Entonces se percató de la figura que esperaba al otro lado de la puerta.
Envuelta por la niebla, con un tinte casi fantasmagórico estaba esperando una bellísima elfa pelirroja con un ceñido vestido de seda negra. Lesch posó sus ojos en la hipnotizante mirada de la sin’dorei, ignorando por completo la presencia de las que habían sido sus anfitrionas. Por los rasgos de la cara, parecía una elfa muy joven, algo más que Nymphodel. Además era un rostro muy familiar para Lesch…

- ¿Asphodel? – fueron las únicas palabras que pudo decir Lesch

La Sin’dorei, hizo una mueca y a continuación sonrió.
- ¿Astarte? – preguntó mientras se acariciaba el vientre.


Lesch tragó saliva. Casi había olvidado porque estaba realmente en aquel lugar. Casi había olvidado el cadáver de Astarte calcinado en Alterac, la carta, las mentiras piadosas….

El elfo nocturno asintió.


Asphodel tendió la mano y Lesch la cogió. Cruzó el umbral de la puerta de la casa de los Oggoth sin tan siquiera mirar atrás. Hechizado por la belleza de la más pequeña de las Oggoth, bajaron la calle envueltos en la niebla sin pronunciar una sola palabra. Mientras, de las casas iban saliendo los habitantes del poblado, con las capuchas oscuras y con las antorchas, manteniéndose a una distancia prudencial de la pareja. El kaldorei seguía ensimismado con Asphodel Oggoth, sin percatarse de presencia de los vecinos de Azif’Al que les seguían hasta la Iglesia.

El silencio se rompía tan solo por el crepitar de las llamas y por los susurros que corrían entre los encapuchados que seguían a la pareja en procesión.

“Ya sólo quedan dos almas” - susurró un anciano con voz temblorosa.

Lesch se detuvó. Su corazón dio un vuelco. Parecía haber despertado del hechizo. Aquella voz la había oído antes. Ahora se hallaba ante la puerta de la Iglesia, con Asphodel a su lado y todo Azif’Al tras ellos. Sin pensárselo dos veces empujó a la elfa al suelo y salió corriendo hacia el bosque. Asphodel se reincorporó y con gesto serio se llevó la mano al vientre; luego correría tras Lesch. Sin rumbo fijo, el elfo nocturno corría siguiendo su instinto, sin momento de descanso para poder reflexionar sobre que camino tomar. La niebla tampoco lo ponía fácil. Finalmente tropezó con la rama de un árbol, y entre la niebla apareció Asphodel que se abalanzó sobre él. Rápidamente sacó la daga y dio un corte en el aire. La elfa cayó a unos metros de Lesch, que ya se estaba reincorporando.

Volvió a pensar en la voz que le había despertado del embrujo. Era el mismo anciano kaldorei que se había encontrado en el camino hacia el Páramo de los Ancestros y le había indicado como llegar a Azif’Al.
Miró a su lado y estaba Asphodel con un corte profundo en el cuello, que sangraba de manera pulsátil con cada latido cardíaco, intentando sin éxito cohibir la hemorragia con la mano derecha. Mareada, dando tumbos de lado a lado, buscaba al culpable de su herida. El elfo dijo unas palabras para si mismo y del suelo brotaron unas raíces que detuvieron a la malherida. Se secó el sudor de la frente y se relajó al comprobar que ya tenía la situación controlada, pese a que no podía evitar cierta culpabilidad por el desmesurado ataque contra Asphodel. Las figuras con antorchas hicieron aparición en el bosque, pero con clara intención de no intervenir. La elfa continuaba perdiendo grandes cantidades de sangre a borbotones. En un último esfuerzo consiguió deshacerse de las raíces y corrió hacia el elfo. Asustado, reaccionó instintivamente y asestó un nuevo golpe con la daga clavándosela hasta la empuñadora en la sien izquierda. Soltó la empuñadura y la elfa cayó redonda al suelo. Había muerto, pero continuaba sangrando y sangrando.

Horrorizado por lo que había hecho, Lesch dio unos pasos hacia atrás, tapándose la cara para no evidenciar la masacre. La bella elfa yacía inmóvil, devorada por la niebla, en un charco de sangre.

No podía ser real, no la puedo haber matado; pensó para si mismo. Se sentía terriblemente arrepentido, y con lágrimas recorriendo sus azuladas mejillas, se arrodilló ante ella. No podía evitar acordarse de la trágica muerte de su prometida. Pero el rostro de Asphodel no le recordaba al de Nyham. Aquellas facciones, a parte de ser muy similares a las de sus hermanas mayores, Lisphodel y Nymphodel, recordaban al humano del retrato familiar de su habitación en el caserón de los Oggoth. Ahora que lo pensaba, las otras hermanas también compartían estos rasgos.

De repente los encapuchados comenzaron a retroceder. Lesch miró a banda a banda y se quedo extrañado. Había algo siniestro en ello; entonces lo sintió. Era como si el aire se hubiese detenido, las ramas de los árboles ya no se mecían, no había viento que moviese los bancos de niebla. Entre los árboles apareció una sombra que poco a poco iba tomando forma. Era el ser envuelto en las ropas negras sobre la silla de ruedas que se acercaba al cuerpo sin vida de la elfa.
Lesch dio un respingo y se puso en pie sin dejar de perder la vista a la criatura. Retrocedió unos pasos. Su corazón se aceleraba, un sudor frío le corría por todo el cuerpo. Era como si su alma presagiase un horror primigenio. Unos pasos más atrás. La silla paró a medio metro de la elfa que ya había dejado de sangrar. La criatura se dejó caer de la silla y comenzó a arrastrarse por el suelo. Las largas uñas se clavaban en la tierra e impulsaba su cuerpo amorfo con sus huesudos brazos. Su respiración agónica resonaba en la cabeza del joven Lesch. Finalmente, una amalgama de jirones negros envolvían el torso de la bella Asphodel, bajo el cual se movía un escalofriante bulto.


El corazón se aceleraba por momentos, incluso le faltaba el aire. De la mortaja que se había posado sobre la elfa, surgió la cabeza de la criatura. Instintivamente Lesch giró la cara pero no pudo evitar que aquella imagen se grabase a fuego en su cabeza. El rostro momificado de aquel ser no era más que el vestigio de una cara humana. Aquella especie de demonio viviente empezó a beber de las heridas de la muerta. Lesch retrocedió un par de pasos más, y se llevó la mano a la boca pero no pudo contener el vómito. Se limpió la boca con la otra mano. Se sentía mareado, con la mirada borrosa. La niebla se tornó de una fosforescencia verde. El viento volvió y empezó a agitar las ramas de los árboles con fuerza. Bajo las telas negras que cubrían Asphodel, el bulto comenzaba a crecer y crecer. Los brazos cadavéricos del ser se engrosaban. Su rostro comenzaba a rejuvenecerse. Los árboles se agitaban con más y más fuerza mientras Lesch apenas se sotenía en pie. Un dolor muy fuerte le oprimía el pecho y la sensación de ahogo había aumentado más aún. Sentía como si la misma muerte se hubiese presentado allí mismo, como si toda esperanza hubiese abandonado aquel maldito lugar. Quería apartar la mirada de la pulposa masa de jirones que crecía y crecía pero no podía. La criatura, envuelta en las telas negras, había dejado de beber ya. Poco a poco iba aumentando de volumen. Su rostro ahora correspondía al de un humano, el mismo humano del retrato. Cuando ya alcanzó el doble del tamaño del elfo dejo de crecer. Entre las telas negras resplandecía ahora una siniestra armadura negra que cubría todo su cuerpo. Alzó su colosal brazo derecho y de la nada apareció una espada cuya hoja era tan gruesa como el tronco de un árbol. Kadoz’Al Oggoth había regresado.

La locura se apoderó de Lesch y salió corriendo esquivando como podía los azotes de las ramas. El dolor en el pecho aumentaba, casi no podía respirar. Podía sentir como su alma se iba haciendo pedacitos poco a poco, como su vida se consumía segundo a segundo. Buscó su varita en el cinto pero no la encontró. Recordó que se la había dejado en el suelo cuando cayó por las escaleras que llevaban al desván de la casa. Se derrumbó agotado. Cayó boca arriba sobre una roca. Podía oir las pisadas del caballero como lentamente se iba acercando. El miedo le hizo vomitar de nuevo. La sangre le hervía. Los músculos temblaban y sus huesos empezaban a retorcerse. Un nuevo vómito, esta vez de sangre. Más pasos. Crec!!! Pudo oir como los huesos de sus piernas estallaban, destrozados por una voluntad invisible y etérea. Las pisadas cesaron. Lesch sentía sobre sí una presencia maldita, ancestral, que despojaba toda muestra de vida a su paso. El elfo miró a Kadoz’Al y vio en sus ojos el origen de un mal primigenio, un horror primitivo más allá de todo entendimiento. El Caballero de la Muerte devolvió la mirada al elfo nocturno. Lesch apartó la mirada. Ya no había dolor ni ahogo. Una sensación de paz recorría su cuerpo. La fosforescencia verde había desaparecido. A lo lejos se acercaba a paso ligero una figura conocida....

...Nyham...

martes, noviembre 13, 2007

"La Cuarta Noche" Capítulo 5

V. La cuarta noche

Cuarto amanecer en Azif’Al desde la llegada de Lesch. El elfo no había pegado ojo en toda la noche. Su rostro no podía evitar mostrar signos evidentes de cansancio físico y mental. Cada segundo que pasaba allí le parecía todo más irreal. Con la mirada perdida, se resistía a bajar a desayunar y ver el asiento de Amariel vacío. Prefería vagar por su austera habitación, pasando el rato mirando los retratos familiares que decoraban pobremente las paredes. Ya había mirado cientos de veces el retrato del mismo noble humano posando con varias jóvenes elfas.
Tras varias horas en la habitación bajó al salón principal. Allí estaban Lisphodel y Nymphodel junto con el ser envuelto en telas negras sobre la silla de ruedas. Lesch lo tenía bien claro; aquello no era humano. Parecía más bien un amasijo de carne con brazos y piernas escuálidos ocultos bajo metros de tela negra. Fue entonces cuando al fin, el elfo explotó de rabia.
En un abrir y cerrar de ojos desenfundó su varita y apuntó a la criatura sobre la silla de ruedas a la vez que gritaba:

- Alejaos de ese engendro!!!

Los ojos de las elfas se posaron sobre el elfo que hasta entonces había pasado inadvertido. Lesch podía sentir como tras aquella capucha, la criatura le examinaba y estudiaba minuciosamente.

- Pero Lesch, bajad esa varita. No hay motivo para ponerse así. – dijo dulcemente Nymphodel mientras se acariciaba el vientre.
- Callad!!!! – el elfo apuntaba ahora a Nymphodel a la vez que se llevaba la otra mano al oído como queriendo desesperadamente deshacerse de algún pensamiento o alguna voz perturbadora.

El brazo que sostenía la varita estaba totalmente extendido, tenso. Empezaban a brotar algunas chispas de la punta de la varita. Podía escuchar la respiración superficial del ser de la silla de ruedas. Era una respiración agónica, pre-mortem. Lisphodel, se comenzó a acercar con paso decidido al elfo. Una extraña paz se iba apoderando de Lesch a medida que se acercaba la sin’dorei, y poco a poco iba bajando la varita. Finalmente, Lisphodel acompañó con su mano a bajar del todo el brazo que sostenía la varita que amenazaba a su hermana.
- Calma Lesch. No hay razón para ponerse así. Él es el abuelo Oggoth. El pobre ya no puede valerse por si solo y ahora nosotras nos encargamos de él.

Lesch quedó mudo. No sabía porque toda la ira se había desvanecido. No tenía ni fuerzas para hablar, ni pensar. ¿Aquella cosa era el abuelo de las hermanas Oggoth? Realmente estaba demasiado agotado para buscarle explicación a todo ello.
- Será mejor que te eches un rato en la cama. Tienes cara de cansado.

Sin poder rebatir nada, Lesch subió las escaleras como si no hubiese pasado y se echó sobre la cama. Pasó la llamada de la cena a la que no acudió. Y entonces comenzaron de nuevo los ruidos del cuarto piso.
Tres golpes contundentes, luego quejidos, lamentos y arañazos sobre la madera. El keldorei cogió la almohada y se la puso sobre la cabeza para no oír más. Los ruidos continuaban, incluso cada vez más intensos. Harto arrojó la almohada al suelo. Entonces notó algo húmedo en su nariz. Se llevó un dedo a ella y lo observó. Era sangre.

Miró al techo y observó como pequeñas gotas de sangre se filtraban a través de los tablones de madera del techo. Respiró hondo y aunó todo el valor que le quedaba. Se alzó y salió de la habitación hasta las escaleras que llevaban a la trampilla del desván. Estaba decidido de una vez por todas a acabar con esa locura. Al menos averiguaría que diablos había en aquel piso. Comprobó que aún tenía la varita y la daga en el cinto. Empujó la trampilla ligeramente e intentó ver por la rendija pero todo estaba oscuro. Mientras sostenía la trampilla echó mano de la varita. La puso a la altura de la pequeña rendija. Empezaron a brotar chispas de la punta de la varita. Con una mano sosteniendo la pesada trampilla y con la otra la varita, de puntillas en los escalones, Lesch abrió los ojos tanto como pudo esperando el inminente resplandor de la varita. Ya venía el resplandor. El suelo del desván iba iluminándose.

Poom!!!

Algo golpeó desde el desván la trampilla y la cerró, haciendo caer al elfo al suelo. Al incorporarse pudo oír risas que provenían, como no, del desván. Risas….en plural. Hubiese lo que hubiese, era más de uno; pensó Lesch.
Enrabiado, volvió a subir los escalones. Cerró la mano en un puño y propinó un brutal golpe a la trampilla que la hizo volar por los aires. Ya no había vuelta atrás.

Boom, boom!!!

El elfo se quedó helado.

Lesch!!!!

lunes, noviembre 12, 2007

"La Cuarta Noche" Capítulo 4

IV. La llamada



Segundo día en Azif’Al. Apenas había dormido aquella noche y bajó al desayuno donde nadie comentó nada sobre los ruidos que escuchó en el cuarto piso. ¿Acaso se estaba volviendo loco? ¿Nadie más había oído los ruidos del desván? El elfo tenía la sensación de que aquella habitación, de que toda la casa no emitía un ambiente “sano”. Otra cosa llamó la atención de Lesch, el orco no estaba en la mesa; al parecer se había marchado con todas sus cosas. Se acercó a preguntar a la bella Nymphodel porque se había marchado, y ella le contestó que un compañero del escuadrón del orco pasó a recogerlo.

Hastiado del antiguo caserón, y con la necesidad de aire fresco, Lesch decidió salir a dar una vuelta por el pequeño pueblo. Amariel, la humana, le acompañó en su pequeña excursión por Azif’Al. Fue una vuelta breve por el pueblo, visitando la Iglesia que permanecía cerrada a cal y canto, y la plaza donde estaba la estatua de un humano con su portentosa armadura, cuya inscripción al pie de la columna rezaba “En Honor al Gran Lord Kadoz’Al”.


Las horas pasaban lentamente. Llegó la cena, y luego de nuevo Lesch en su habitación entretenido con el crujir de las maderas de la casa.



Boom, boom!!!



De nuevo, los dos golpes en la puerta de abajo y el crujir de la puerta principal al abrirse. Una nueva llamada; un nuevo nombre que recorría toda la casa. Unas pisadas a toda prisa y se oyó cerrar la puerta principal. Aquel ruido de pisadas no podía ser otro que el gnomo. Al poco tiempo, desde el piso superior volvieron los lamentos, quejidos y arañazos contra la madera. Desesperado, el elfo se tapó los oídos pero incluso así los ruidos no se iban. Su corazón parecía salirse del pecho. Sin saber que hacer, abrió la ventana y se asomó para ver si un poco de aire fresco le calmaba. Todo lo contrario, pues lo que vio le inquieto aún más. Decenas de habitantes de Azif’Al, de todas las razas (orcos, elfos, humanos, gnomos, nagas, trolls) marchaban en silencioso séquito, antorcha en mano hacía la Iglesia. Aquella extraña procesión de figuras encapuchadas heló la sangre del elfo. Cerró la ventana y volvió a la cama. Aquello debía ser una pesadilla. No tenía otra explicación.


Tercera mañana en Azif’Al. La niebla seguía sin dar tregua a las calles del pequeño pueblo. En el desayuno, pudo comprobar que el gnomo no estaba y que de nuevo nadie comentaba los ruidos de la buhardilla de la casa. Además solo les acompañaba la mayor de las hermanas; Lisphodel.


Llamaron a la puerta, y la sin’dorei de pelo plateado recibió a un elfo de la sangre que por lo visto pasaría unos días para reposar de unas heridas y así proseguir su camino más adelante. Lesch observó la escena y decidió subir a la habitación. Al subir, vio en el pasillo del segundo piso la figura de Nymphodel que entraba en una habitación. Movido por la curiosidad, sigilosamente se acercó al umbral de la puerta donde había entrado la elfa y asomó la cabeza. Allí pudo ver a la elfa arrodillada ante una figura envuelta en ropajes oscuros sentada sobre una silla de ruedas. A la mente le vino la figura que vio fugazmente en el pasillo del segundo piso el primer día en la casa. Nymphodel estaba acomodándole la ropa a la criatura sentada sobre la silla de ruedas. El keldorei no pudo ver nada más que la toga y la capucha sin correr el riesgo de ser detectado. Sacó la conclusión que fuese lo que fuese que se ocultase bajo esas telas negras, era extremadamente delgado.

Llegó la noche. Lesch tumbado en su cama pudo oír las dos llamadas a la puerta principal.



“Amariel”



De un salto de incorporó y bajó a toda prisa las escaleras. Desde el último rellano vio la puerta principal abierta, y la humana, con cara de preocupación, a punto de cruzarlo. Amariel, antes de que diese el último paso, giró la cabeza y vio a Lesch que le observaba desde la escalera. La humana bajó la mirada y marchó de la casa. Él sabía que no la volvería a ver jamás.

Resignado, el kaldorei subió hacia su habitación. En el pasillo del segundo piso volvió a ver aquel ser oculto tras las vestimentas negras sobre la silla de ruedas. Entonces vio las cadavéricas manos sobre las ruedas de su silla. Eran pálidas, huesudas y no más gruesas que dos de los dedos del elfo. Continuó subiendo peldaños hasta su habitación. De nuevo los ruidos de la buhardilla; varios golpes secos, arañazos sobre la madera, quejidos….Ya no podía soportarlo más. Se asomó por la ventana y volvió a ver el séquito de figuras encapuchadas entrando en la Iglesia. Sin pensárselo dos veces, cogió una daga y una varita de su mochila y saltó por la ventana. Estaba decidido a averiguar que tramaban los habitantes de Azif’Al. Con sigilo y amparándose entre sombra y sombra llegó hasta la puerta de la Iglesia, donde ya hacía que el último encapuchado había entrado. Ningún ruido provenía del interior. Abrió un poco y echó un vistazo. No había nadie.
Entró.
Bajo el altar se veía una pequeña rendija de donde provenía luz. Movió el altar y vio una escalera tallada en la piedra que conducía a una gruta subterránea. Bajó unos peldaños y aguzó los sentidos.



….



Algo debió oír porque a los pocos segundos corría de vuelta a la casa Oggoth. Una vez en su habitación intentó conciliar el sueño sin poder quitarse de la cabeza los cánticos rituales y el familiar alarido de terror que oyó en la gruta bajo la Iglesia. Su instinto no le había fallado; no volvería a ver a Amariel.

sábado, noviembre 10, 2007

Gatos & Jauelin

¿Quién dijo que los gatos caen siempre sobre sus cuatro patas? No es verdad, los gatos NUNCA caen....

viernes, noviembre 09, 2007

"La Cuarta Noche" Capítulo 3

III. La primera noche

Lesch dejó la mochila en el suelo y estiró los brazos. Cerró la puerta y se estiró sobre la cama. Estaba en una de las habitaciones del tercer piso, donde le habían llevado las dos propietarias de la casa. Durante el ascenso por las escaleras se habían presentado. Las dueñas de la casa eran tres hermanas, de mayor a menor; Lisphodel (la del pelo plateado y vestido largo morado), Nymphodel (la joven rubia de vestido corto verde jade) y Asphodel. Le había parecido extraño que no le preguntasen que relación tenía con Asphodel y que venía a hacer. Al igual que le había llamado la atención la normalidad del trato pese a ser él un elfo nocturno y ellas elfas de la sangre. Más aún le era bizarra la relación entre el humano caído en Alterac y la sin’dorei Asphodel. Pero en el momento en que apoyo la cabeza sobre la almohada, empezó a ver a sus dos anfitrionas de una manera diferente. Aquellos cabellos sueltos, aquellos ojos, esos vestidos…Un pinchazo en el corazón, en lo más profundo del alma de Lesch. Aquellos pensamientos inconscientes habían ido demasiado rápido y se habían topado con el recuerdo de su amada.

Nyham . Suspiró. Se llevó la mano al bolsillo y sacó el pequeño portarretratos. Sin embargo no se vio con corazón de abrirlo para mirar la imagen de su prometida. Devolvió el portarretratos al bolsillo y en su lugar sacó la carta. La desenvolvió y la releyó. Quizás así dejaría de pensar en las dos hermanas Oggoth. No resultó, y dejo la carta a un lado de la cama. Se levantó de un salto y empezó a caminar por la gélida habitación. Aquella estancia estaba endiabladamente fría, se notaba que no había estado habitada en siglos. Se asomó por la ventana y vio las tristes calles y las viejas y destartaladas casas de Azif’Al devoradas por la niebla. Dio media vuelta y observó la habitación. Decoración austera; una cama, una mesita, un armario de madera, un espejo y algún que otro cuadro familiar. Nada le hizo quitarse de la cabeza a las dos bellas sin’dorei.
Unas horas más tarde, la dulce y sosegada voz de Nymphodel recorrió toda la casa. Era la hora de comer. Más sorpresas le aguardarían al bajar al comedor. Sentados esperando la comida estaban un orco, una humana y un gnomo. Lesch se sentó al lado del gnomo, y las elfas comenzaron a traer comida y a comer con ellos. Durante la comida pudo averiguar, que los tres habían llegado a Azif’Al por diversos motivos, y que en busca de un lugar donde pasar unas noches acabaron en la casa Oggoth, pues era la más grande del poblado y la que tenía la tradición de acoger a los viajeros.
Acabó la comida y el kaldorei subía las escaleras acompañado de la humana.
- Amariel, si quieres podemos ir a dar una vuelta por el pueblecito. Parece algo sórdido pero así podemos matar el tiempo.
- Está atardeciendo. Ya es tarde. Las hermanas no nos permiten salir de la casa cuando es de noche. Dicen que es peligroso. – al oír esto, el elfo nocturno frunció el ceño.
- ¿Peligroso?
- Sí, eso parece – la humana miraba al suelo mientras pasaban el replano del siguiente piso – Si quieres mañana…aunque tampoco hay mucho que ver.
- De acuerdo. – Lesch veía en todo eso un comportamiento extraño, pero pensó que no eran más que manías de gente que no había salido del pueblo. Subió un nuevo tramo de escaleras, asomándose al pasillo del segundo piso de la casa, donde la humana había bajado la vista y allí vio de manera fugaz una sombra, una figura oscura sentada en una silla en medio del pasillo.

Llegaron a sus habitaciones y se despidieron. En la cena se volvieron a encontrar todos; elfo nocturno, orco, humana, gnomo y las dos elfas de la sangre. Al finalizar de nuevo a las habitaciones. Lesch deseaba que pasasen cuanto antes los días hasta el regreso de Asphodel. Aquel lugar era demasiado aburrido.

Boom, boom!!!

Alguien picó dos veces de manera contundente a la puerta de abajo. Lo pudo escuchar con claridad desde el tercer piso, así como el crujir de la puerta principal al abrirse. Alguien pronunció un nombre y en unos segundos unas pisadas bajaban las escaleras. Por la contundencia de las pisadas no podía ser otro que el orco. Escuchó como se cerró la puerta y de nuevo el silencio roto por el demencial crujir de las maderas de la casa por el frío de la noche. Se tumbó en la cama. A un lado estaba la carta. No recordaba haberla dejado allí, pero ahí estaba. La volvió a abrir y a leer. Pensar en como darle la noticia a Asphodel le mantendría ocupado. ¿Realmente le mentiría sobre Astarte? ¿Creería Asphodel a un desconocido? El sueño iba viniendo poco a poco…

Broooooommmmmm!!!!

Un golpe seco en el techo de la habitación sacó al elfo de su ensueño. Era como si algo se hubiese desplomado del piso superior, del desván. El corazón se aceleró. A continuación, un alarido proveniente del mismo piso heló la sangre del elfo. Luego unas uñas rascando el suelo del desván con una respiración superficial de fondo. Al cabo de unas horas los ruidos cesaron y Lesch, aún agitado por lo que había oído, pudo dormir….o al menos lo intentó.

jueves, noviembre 08, 2007

"La Cuarta Noche" Capítulo 2

II. La antigua casa Oggoth

Lesch recobró el aliento tras subir la empinada calle del pequeño pueblo de Azif’Al y allí estaba ante él; la gran casa de la família Oggoth.

Encontrar información sobre Asphodel había sido una tarea titánica, y no fue hasta que alguien en algún lugar mencionó las palabras “Costa Oscura” cuando la búsqueda tomó un rumbo acertado. Lesch preguntó por todo Auberdine y nadie le supo decir nada ni de Asphodel ni del humano Astarte. Pero por fortuna vagando sin rumbo fijo por el camino que lleva al Páramo de los Ancestros, se encontró con anciano kaldorei que con voz temblorosa le dijo que probase en Azif’Al, un pequeño pueblo al sur de Ameth’Aran.

Sin nada que perder, el joven elfo nocturno se adentró en la espesura del bosque amparado por la luz del amanecer. Al fin, tras hora de rodeos encontró Azif’Al. Un par de calles ocultas bajo un manto de niebla, poco más que una docena de casas antiguas, una pequeña plaza con una polvorienta estatua y una iglesia era todo lo que quedaba en pie en Azif’Al. Un refugio, gris, austero, triste, carente de vida. Por sus calles paseaban en silencio todo tipo de seres de Azeroth; orcos, humanos, enanos, trolls…y todos parecían observar con curiosidad al recién llegado. Un atisbo de hostilidad que se intuía en sus miradas hacía que el pobre Lesch no se sintiese bienvenido. Pero si allí estaba Asphodel, él debería encontrarla. Se acercó a un venerable enano que estaba apoyado a los pies de la descuidada estatua de la plaza y le preguntó.

“¿Asphodel?

Supongo que te refieres a la menor de la noble família de los Oggoth. Asphodel Oggoth. Viven en el gran caserón al final de esta calle. “


Y al final de la calle se erguía el caserón de cuatro plantas de los Oggoth: un edificio gris, antiguo, de arquitectura humana, cubierto por enredaderas y con las paredes agrietadas por las inclemencias del tiempo. Lesch llamó a la puerta. Mientras esperaba la respuesta, sostenía con sus manos la carta de Astarte, durante el camino había pensado que le diría a Asphodel…quizás mentiría, diría que conocía algo a Astarte, que era un gran tipo…Quería hacer más llevadera la pérdida del ser amado.

La puerta se abrió y aparecieron en el umbral dos sin’dorei. Las dos esbeltas y pálidas elfas eran la personificación de la belleza. Sílfides de pelo largo con vestidos vaporosos de seda que dejaban poco a la imaginación. La más alta de la dos, de pelo plateado y con rasgos que hacían pensar que era la mayor, llevaba un vestido largo morado. Mientras la otra elfa, más joven, rubia, llevaba un vestido algo más recortado de color verde jade. Ambas, con gesto serio posaron sus ojos esmeralda sobre Lesch.

- ¿As….Asphodel Ossgoth? – El elfo nocturno aún estaba conmocionado por el inesperado encuentro con las dos sin’dorei que, en un principio, no habían adoptado ninguna postura hostil.
- En estos momentos nuestra querida hermana Asphodel no está. – dijo con una encantadora voz la elfa del pelo plateado – Pero adelante joven elfo. Tenéis cara de cansado, pasad y reposad.

Las dos elfas se echaron a un lado para que Lesch pudiese entrar. Este guardó disimuladamente la carta y cruzó el umbral.
- Puedo saber cuando llegará Asphodel, tengo un….
- Asphodel está fuera de Azif’Al por unos días. Los amigos de nuestra hermana son nuestros amigos, y nos haría un gran honor si la esperase alojado en una de las muchas habitaciones de la casa.

Lesch estuvo apunto de decir algo, le parecía abusivo quedarse allí unos días para luego dar una mala noticia, pero la más joven había cerrado ya la puerta. El elfo comprendió que quizás necesitaban algo de compañía en aquella casa tan grande y en un lugar tan apartado. Un sentimiento de compasión se apoderó de él y aceptó.

- ¿Cuánto tiempo tardará en llegar Asphodel?
- No tardará en llegar, esta noche no, pero en cuatro noches debería estar de vuelta en casa.
- Cuatro noches, entiendo….

martes, noviembre 06, 2007

"La Cuarta Noche" Capítulo 1

Título: “La cuarta noche”

I. Una carta perdida

Aún se podía percibir el olor a la batalla. Esa mezcla entre sangre, cenizas, sudor y el óxido de las espadas inundaba aún el valle de Alterac. Ya no se oían gritos, ni suplicas ni lamentos. Todo silencio. Un silencio roto solo por el silbido del viento corriendo entre los árboles. La contienda, al menos por aquel día, había cesado.
Tras la espesura de la niebla se distinguía una silueta corpulenta que se hacía camino hasta lo alto de una pequeña colina. Lesch, era el único que había con vida en todo el valle. El joven elfo nocturno había sido un gran combatiente antaño, pero tras la repentina muerte de su prometida, se había sumido en una terrible depresión que había hecho estragos en su forma física y mental. Es por eso que Lesch no estaba en Alterac para combatir; llevaba meses trabajando allí recogiendo los destrozos de las disputas entre Horda y Alianza, dejando el campo despejado para la siguiente batalla.

Y allí estaba el kaldorei, vagando lastimosamente con un saco a sus espaldas cargado de la chatarra que iba recogiendo de entre los cuerpos mutilados. Mientras las cenizas volaban a su alrededor, poco a poco el elfo se hundía más en la nieve. Ya casi había acabado, tenía el saco casi al límite. Se secó la frente y se acercó a los restos de lo que parecía que había sido un humano. Lesch dejo caer el saco y lo abrió…. armadura de placas hecha trizas, una espada rota, un casco mellado…y entre los restos calcinados del humano había una carta.

Dudó durante unos segundos, y luego el elfo cogió la carta. Se limpió sus pobladas cejas de las cenizas que caían como si fuesen verdaderos copos de nieve y desenvolvió la carta.

“Querida Asphodel;

Son mis últimos días en el frente, estas últimas semanas sin ti parecen haber sido años. Te escribo estas líneas antes de iniciar de nuevo la defensa de nuestra torre, en cuanto llegue la noche daré esta carta al mensajero oficial para que te la haga llegar cuanto antes.
Tengo ganas de que esto acabe y volver a tu lado y no separarme de ti nunca más. Pareces haberme hechizado amor mío, en cuanto abandone Alterac y cobre mi paga podremos vivir junto y, casarnos.
Cuídate mucho. Besos.
Siempre tuyo; Astarte “

Por la fría mejilla de Lesch corrió una lágrima. Desde que había aceptado aquel empleo, había trabajado como un autómata; de manera mecánica y sin sentimientos, y por primera vez desde la pérdida de Nyham un escalofrío recorrió su cuerpo. Pudo sentir el dolor de esta tal Asphodel, esperando y esperando a su amado…e incluso pudo oír en su propia cabeza el último grito de Astarte antes de morir.

El atardecer llegaba al Valle de Alterac, y allí permanecía inmóvil el kaldorei, arropado por el inusual silencio del campo de batalla, con el rostro y el cuerpo cubierto por las cenizas, sosteniendo la carta. De nuevo una pareja rota por la guerra….una tragedia más….aquella historia no le era extraña.
Pensó en Asphodel, ¿qué sentiría al enterarse de la noticia? ¿y la carta?
Entonces lo decidió; sería él en persona quien daría la noticia a Asphodel.

Boo!!!

Yepale!!!!

Bueno no tenía una manera mejor con la que inicar el artículo así que esa presentación tendrá que ser válida :P

A lo que iba. Hace unas semanas, con motivo de Halloween, promoví un Concurso de Relatos de Terror entre los jugadores de la comunidad forera del reino de Shen'dralar de...¿adivináis que juego? Exacto, el WoW. La cosa era sencilla, historias de terror con el telón de fondo del mundo de Warcraft (....world of....bah! que chiste más malo me ha quedado). Aún está por decidir ganadores y realizar la ceremonia de entrega de premios, pero he decidido publicar también en el Rincón el relato que he presentado. Se titula "La Cuarta Noche". Es algo largo....bastante....consta de seis capítulos, y aunque tiene léxico relacionado con el mundillo del videojuego, creo que es entendible para cualquier profano en la materia. En los próximos días iré colgando un capítulo diferente hasta completar los seis.
Espero que los disfrutéis.
Ahora os dejo la imagen que apareció en la sección de acontecimientos de la Comunidad de la web oficial del Warcraft donde se anunciaba este proyecto...y es que me hizo mucha gracia que se fijasen y lo publicasen de esta manera tan abierta...
PS: No os estoy engañando....el nick de Ereshkigal es el que utilizo en el juego ¬¬

domingo, noviembre 04, 2007

Normalidad establecida....

El blog ha vuelto a su estado original....proximamente añadir los enlaces a los portales de interés.

Y por supuesto, proximamente más cosillas, entre ellas nuevos fichajes :O


Que la Fuerza Os Acompañe!