jueves, noviembre 08, 2007

"La Cuarta Noche" Capítulo 2

II. La antigua casa Oggoth

Lesch recobró el aliento tras subir la empinada calle del pequeño pueblo de Azif’Al y allí estaba ante él; la gran casa de la família Oggoth.

Encontrar información sobre Asphodel había sido una tarea titánica, y no fue hasta que alguien en algún lugar mencionó las palabras “Costa Oscura” cuando la búsqueda tomó un rumbo acertado. Lesch preguntó por todo Auberdine y nadie le supo decir nada ni de Asphodel ni del humano Astarte. Pero por fortuna vagando sin rumbo fijo por el camino que lleva al Páramo de los Ancestros, se encontró con anciano kaldorei que con voz temblorosa le dijo que probase en Azif’Al, un pequeño pueblo al sur de Ameth’Aran.

Sin nada que perder, el joven elfo nocturno se adentró en la espesura del bosque amparado por la luz del amanecer. Al fin, tras hora de rodeos encontró Azif’Al. Un par de calles ocultas bajo un manto de niebla, poco más que una docena de casas antiguas, una pequeña plaza con una polvorienta estatua y una iglesia era todo lo que quedaba en pie en Azif’Al. Un refugio, gris, austero, triste, carente de vida. Por sus calles paseaban en silencio todo tipo de seres de Azeroth; orcos, humanos, enanos, trolls…y todos parecían observar con curiosidad al recién llegado. Un atisbo de hostilidad que se intuía en sus miradas hacía que el pobre Lesch no se sintiese bienvenido. Pero si allí estaba Asphodel, él debería encontrarla. Se acercó a un venerable enano que estaba apoyado a los pies de la descuidada estatua de la plaza y le preguntó.

“¿Asphodel?

Supongo que te refieres a la menor de la noble família de los Oggoth. Asphodel Oggoth. Viven en el gran caserón al final de esta calle. “


Y al final de la calle se erguía el caserón de cuatro plantas de los Oggoth: un edificio gris, antiguo, de arquitectura humana, cubierto por enredaderas y con las paredes agrietadas por las inclemencias del tiempo. Lesch llamó a la puerta. Mientras esperaba la respuesta, sostenía con sus manos la carta de Astarte, durante el camino había pensado que le diría a Asphodel…quizás mentiría, diría que conocía algo a Astarte, que era un gran tipo…Quería hacer más llevadera la pérdida del ser amado.

La puerta se abrió y aparecieron en el umbral dos sin’dorei. Las dos esbeltas y pálidas elfas eran la personificación de la belleza. Sílfides de pelo largo con vestidos vaporosos de seda que dejaban poco a la imaginación. La más alta de la dos, de pelo plateado y con rasgos que hacían pensar que era la mayor, llevaba un vestido largo morado. Mientras la otra elfa, más joven, rubia, llevaba un vestido algo más recortado de color verde jade. Ambas, con gesto serio posaron sus ojos esmeralda sobre Lesch.

- ¿As….Asphodel Ossgoth? – El elfo nocturno aún estaba conmocionado por el inesperado encuentro con las dos sin’dorei que, en un principio, no habían adoptado ninguna postura hostil.
- En estos momentos nuestra querida hermana Asphodel no está. – dijo con una encantadora voz la elfa del pelo plateado – Pero adelante joven elfo. Tenéis cara de cansado, pasad y reposad.

Las dos elfas se echaron a un lado para que Lesch pudiese entrar. Este guardó disimuladamente la carta y cruzó el umbral.
- Puedo saber cuando llegará Asphodel, tengo un….
- Asphodel está fuera de Azif’Al por unos días. Los amigos de nuestra hermana son nuestros amigos, y nos haría un gran honor si la esperase alojado en una de las muchas habitaciones de la casa.

Lesch estuvo apunto de decir algo, le parecía abusivo quedarse allí unos días para luego dar una mala noticia, pero la más joven había cerrado ya la puerta. El elfo comprendió que quizás necesitaban algo de compañía en aquella casa tan grande y en un lugar tan apartado. Un sentimiento de compasión se apoderó de él y aceptó.

- ¿Cuánto tiempo tardará en llegar Asphodel?
- No tardará en llegar, esta noche no, pero en cuatro noches debería estar de vuelta en casa.
- Cuatro noches, entiendo….

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