jueves, abril 07, 2005

Geisha

Llegué a la puerta de casa y la vi allí, tullida y sola. Estaba bastante malherida pero cuando me acerqué aun tuvo fuerzas para bufarse, me dio cierta lástima verla en aquel estado y decidí recogerla para intentar cuidarla. La metí en mi abrigo para evitar que me arañara, y la subí a mi piso.
Cuando intenté tocarla volvió a bufarme, la entiendo, si un desconocido que además está muerta intentara tocarme yo también intentaría defenderme. No entiendo mucho de animales, pero sin saber qué hacer ya me había decidido a cuidarla. Lo primero sería intentar que confiara en mí. Mezclé leche (que conseguí gracias a mi vecino, sí el chismoso que mira por la mirilla cada vez que oye algo en la escalera, no lo soporto!) con un poco de mi sangre. Eso le haría bien, dejaría de huir de mi a la vez que curaría más rápidamente sus heridas. Vaciló antes de beber, pero ser gato callejero debe de ser tan duro como trabajar la calle y en un par de días empiezas a perder los escrúpulos. Surgió efecto, ya no me temía pero entonces decidió que quería que le abriera la ventana para salir. No me pareció muy buena idea pues la verdad es que acababa de recibir una buena paliza cuando la encontré ¿realmente era tan tonta como para ir a buscar otra paliza? Le dí algo más de mi sangre, las ideas de vagar por la calle desapareció de su mente, por lo menos por el momento. Desde entonces cada noche duermo con ella, me encanta porque es un animal agradecido, me devuelve el cariño que yo le doy. Sí, me contento con poco, después de todo ella me busca simplemente por sangre, es nuestro vínculo, pero ahora me siento menos sola, al menos ella esta conmigo cuando me escondo del sol.

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